El Terreno lo es todo

De la misma forma en la que al hortelano le interesa saber la calidad del suelo en el que va a plantar su semilla y observa si este es orgánico, ácido o alcalino, ya que de ello depende el fruto de su cosecha, a nosotros nos debería importar la calidad de nuestro terreno biológico, dado que de eso depende nuestra vitalidad y salud.


De igual forma que en el terreno del sembrador, en nuestro cuerpo el equilibrio orgánico también puede ser corregido y restablecido con la creación de hábitos de vida saludables, que tienen que ver directamente con la manera en la que nutrimos nuestro terreno interno (sangre) mediante una alimentación adecuada, una buena oxigenación (respiración), y el respeto por los ciclos naturales de la vida, que se relaciona con los ciclos circadianos (día y noche), mediante una actividad mesurada y un sueño reparador.


Sin embargo, es importante tener en cuenta que no somos solo un cuerpo físico que necesita energía para sostenerse, sino que tenemos un cuerpo emocional (emociones), uno mental (pensamientos) y uno espiritual (conexión con la unidad), que también necesitan cuidado e higiene, pues estos constituyen un holos (la totalidad). Si alguno de estos cuerpos se sobrecarga o, por el contrario, se desvitaliza, inmediatamente se afectan los otros y transforman el medio ambiente interior de cada uno de nosotros.


En realidad, deberíamos tener unos hábitos de vida que suplan los requerimientos de nuestro cuerpo y, por ende, de nuestra mente y espíritu, para así tener la fuerza, la vitalidad y la salud que necesitamos.


Así como la acidez de la tierra promueve el crecimiento de hongos y bacterias, nuestros trastornos fisiológicos son casi siempre el resultado de una cantidad excesiva de ácido que es el principal promotor de la enfermedad.


Las causas más comunes de toxicidad y acidez en nuestro cuerpo son:


• La comida cocinada en exceso.
• Carencia de alimentos integrales y uso indiscriminado de alimentos refinados.
• Comer en exceso.
• Comer rápidamente.
• La combinación inadecuada de los alimentos.
• Un estilo de nutrición no balanceada.
• Pensamientos y emociones negativas.
• Estrés.
• Sentimientos no expresados.
• Estreñimiento.
• Falta de ejercicio.
• Pesticidas y químicos presentes en nuestros alimentos.
• Cafeína, tabaco, alcohol y drogas.
• Contaminación del aire, el agua y la tierra.
• Ondas electromagnéticas.

Después de atender a cientos de pacientes, los doctores Robert y Shelley Young, escritores de la milagrosa dieta del ph, declaran que la sobre acidificación del cuerpo es la única causa de todas las enfermedades, y han determinado que la acidez y la toxicidad se pone de manifiesto en nuestro organismo por intermedio de:


• Pérdida de energía.

• Mucosidad y congestión.

• Endurecimiento de los tejidos blandos (“induración”, incluidos lupus, enfermedad de Lyme.

• Úlceras. (esclerosis múltiple, diabetes).

• Erupciones cutáneas.

• Alergias.

• Gripa.

• Sensibilidad e irritación (como el síndrome del colon irritable).fibromialgia, el endurecimiento de las arterias y el sarro).

También podemos presentar síntomas menos intensos como:

• Resfriados.

• Inflamación.

• Dolores de cabeza.

• Degeneración (cáncer, insuficiencia cardíaca, ictus, sida, esclerosis lateral amiotrófica.

• Problemas en los senos paranasales.


Este desequilibrio en el ph de la sangre y de los tejidos da lugar a irritación y a inflamación, preparando el terreno para el malestar y la enfermedad. Debemos proveer a nuestro terreno biológico vitaminas, oligoelementos, enzimas y otras sustancias de los alimentos que son la energía con la que se nutren las células para su adecuado funcionamiento.


Para mantener un ambiente interno alcalino es importante que aportemos alimentos frescos, biológicamente activos, de buena calidad y preparados de forma correcta y sana. Este cuidado y atención se verán reflejados en el buen funcionamiento de nuestro cuerpo.
 

Prácticas alcalinizantes para Estar Bien:


• Dieta con preponderancia de alimentos alcalinos: arroz integral, quinua, alforfón, mijo, frutos secos, especialmente almendras, nueces del brasil, anacardos exceptuando el maní, frutas como limones, lima, toronja, mango, papaya, dátiles, manzana, higo, pera, verduras como las alcachofas, espárragos, aguacate, remolacha y sus brotes, repollo, zanahoria, coliflor, apio, pepino, guisantes, rábanos, calabacines y algunas leguminosas como los frijoles mungo.
• Ejercicio físico.
• Buena oxigenación (mejora de la capacidad respiratoria).
• Beber abundante agua filtrada u ozonizada.
• El sueño reparador y la relajación.
• Las emociones positivas (alegría, optimismo).
 

¡Revisemos nuestro terreno!

Tomemos un tiempo para responder estas preguntas, identifiquemos esos puntos que necesitan atención y energía, tracemos una ruta de acciones que nos ayuden a formar y a transformar nuestros hábitos diarios de vida:


¿Cómo está nuestro nivel de energía?
¿Cómo nos estamos alimentando?
¿Cómo está nuestra digestión?
¿Cómo estamos distribuyendo nuestro tiempo y en qué estamos enfocando nuestra energía?
¿Cómo está nuestro sueño y nuestro tiempo de descanso?
¿Cómo estamos respirando?
¿Cómo está nuestra mente y nuestros pensamientos?
¿Cómo están nuestras emociones?
¿Cómo está nuestra conexión con la vida?

¡El terreno es donde nace y florece toda tu experiencia de vida!

-Contenido cocreado por Xiomara Xibillé & CatherineCruzB

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