En estos primeros meses sentimos, percibimos, intuimos que algo profundo, muy profundo, sucede en nuestro ser; al empezar la gestación todo en nosotras ocurre bajo la superficie, en lo más hondo de nuestro interior, y, como sucede tras la siembra, la semilla en la gestación está oculta bajo la tierra, aún no necesita recibir la luz del sol, sólo necesita tiempo y agua para desarrollarse. Así mismo, la implantación de la semilla en nuestro útero es silenciosa y sigilosa… pareciera que nada pasa, el movimiento es casi imperceptible. Sin embargo, como el volcán que aparentemente está tranquilo, en las entrañas habita el fuego, todo bulle… Ese movimiento silencioso traspasa nuestro cuerpo físico permea nuestras emociones y transforma profundamente nuestra alma. Ya no somos las mismas… En esos primeros meses, yo ya no soy yo, la identidad se va transformando en un sinnúmero de sensaciones… Somos cuerpo pero en una condición que desconocemos. Todo cambia. Es como si por un instante la imagen segura de nosotras mismas, la tranquilidad, perdieran la quietud y la inercia, y la brújula se descontrolará pues no hay un sólo norte, hay dos.
La incertidumbre toca nuestra puerta. Es estar en tierra de nadie esperando, expectantes y un poco impacientes por qué la semilla sembrada brote y de repente salga de la profundidad oscura y emerja llena de vida a la luz.
Así como nuestra mente y nuestras emociones se ven, el cuerpo también hace su ajuste; es común que notamos como enfermas, y digo cómo, pues el embarazo no es una enfermedad. La mayoría de nosotras, y en ese grupo me incluyo, no nos libramos de las maluqueras, las náuseas, la inapetencia. Son las hormonas, pero también las emociones en esa relación cuerpo-mente, las que influyen como un todo psicosomático en nuestras sensaciones corporales.
Nuestro yo aflora a la superficie y con él todas las emociones que hemos ido represando, acumulando, guardando, anquilosando en los rincones de nuestro cuerpo, de nuestras articulaciones, de nuestros órganos…y un poco más allá: en nuestra alma. Estamos expuestas a nosotras mismas, podemos vernos en un espejo que refleja lo que somos. Lo hermoso es reconocer que existe la posibilidad de aceptar con gratitud esta etapa increíble y así escribir nuestra propia historia reconociendo nuestro pasado y proyectando desde el corazón nuestro futuro. Pero sobre todo viviendo intensamente este presente de mujer florecida. Permitimos, a través de nosotras, que un ser nazca a la vida y al mismo tiempo podemos permitir que nosotras como mujeres nazcamos nuevamente a la vida. Ésta es la bendición de nuestro tiempo de siembra.
Recorre tu biografia
Robert Bly dice en su texto “El gran saco que arrastramos” que nos pasamos los primeros años de nuestra vida llenando la mochila con todo tipo de vivencias y experiencias… Y luego nos pasamos el resto de nuestra vida tratando de vaciarla.
Durante el embarazo sí que es importante vaciar nuestra mochila, aprender a desaprender. Es una oportunidad para revIsar las creencias que rigen nuestra mente, las palabras que determinan nuestra realidad, los comportamientos que construyen los ambientes en los que nos movemos, las emociones que nos permiten relacionarnos con nosotras mismas y con las demás personas. Es un momento maravilloso y único para vaciar de nuestra mochila lo que no nos ayude a vivir en paz, en armonía.
Una cosa es enterarse de lo que les pasa a las mamás y otra muy importante es convertirse en mamá. Esta inmersión en el nuevo significado de ser mujer-mamá hace inevitable que tengamos que ir a las profundidades de nuestras emociones y revisar a fondo la propia historia, aunque a veces prefiramos no hacerlo pues revolver las aguas puede ser un ejercicio confrontador. Pueden aparecer sombras de un pasado marcado por abandonos emocionales, maltratos, falta de amor, padres inmaduros o ausentes, pobreza o tristezas intangibles. Estos “paquetitos” de información duelen tanto que los vamos almacenando en la despensa, en el cuarto de los trastos viejos de nuestro inconsciente, pero si no los depuramos, si no los procesamos adecuadamente, pueden hacer apariciones intempestivas, con una fuerza devastadora para nosotros y nuestras relaciones. Por eso es necesario iluminar esas sombras y reconocer que existen en la psique.
“Un recién nacido es la manifestación organizada de la sombra de uno mismo” (Laura Gutman).
Ahora que vas a ser madre cómo sería de importante que te dieras un tiempo para encontrar el silencio, y desde ahí, permitir que afloren todos los sentimientos para llorarlos, expresarlos, asumirlos.
Es un tiempo para abrir el corazón, para escribir tu historia, para recordar las huellas que van quedando marcadas y que son el fino tejido que sustenta tu vida emocional.
Saber con qué herramientas contamos y de cuáles carecemos para el ejercicio de entregarnos en el continuo dar que implica el maternaje, es un ejercicio indispensable en este tiempo de siembra.
El embarazo es una oportunidad maravillosa para pensa y reflexionar… tomarse el tiempo para hacer conciencia de los cambios que se suceden cuando uno está gestando, del bebé que está por nacer y de cada instante de la existencia.
Esto puede marcar la diferencia en esos mágicos meses en que una vida toma forma en nuestro útero, en nuestra vida.
Poner tus manos en el corazón y sentir el sagrado tiempo de estar con nosotras para poder estar para ese otro que necesitará de toda nuestra energía. Poner las manos en el corazón para entender su lenguaje y desde ese lugar conectarnos con los sueños más íntimos, ésos que no hemos compartido con nadie.
Es un tiempo para dejar volar la imaginación, para proyectarnos en libertad, para permitirnos ser tal como somos.
Es sagrado que la mujer se encuentre en el centro del hogar. Es un tiempo en el que lo que menos necesitamos es ser invisibles. Por el contrario, queremos ser vistas, escuchadas, consentidas.
Es poderoso para nuestro desarrollo espiritual preguntarnos durante la gestación: ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi misión en la vida? ¿Cuáles son mis necesidades para estar tranquila, en paz y feliz?
Sana tu historia familiar
En la tarea de revisar nuestra biografía, vemos claramente que la vida es una trama que se entreteje secretamente, una trama que puede tener nudos y desequilibrios entre el dar y el recibir. Nos damos cuenta de que es imposible vivir la vida sin esas conexiones con los demás seres, pues aunque cada persona tiene su propia identidad, depende de su relación con los demás. Somos parte de un sistema y nuestra naturaleza es vincularnos, crear lazos de pertenencia.
Por eso ahora que vas a darte el espacio para reconectarte con esa red que te ha sostenido y que son tus antepasados, es primordial crear el espacio para el reconocimiento y la gratitud a todos los que te han antecedido. Aunque hayas tenido momentos difíciles en tus relaciones, sin ellos no existirías.
Es un orden de jerarquía, como lo denomina Bert Hellinger, el creador de las constelaciones familiares. Desde ese lugar de autoobservación puedes ver cuál ha sido el patrón común de la familia en sus comportamientos, en sus creencias, y revi-
sar también si estamos dispuestas a perdonar y a abrazar desde la conciencia ese pasado que ya pasó pero que no podemos negar y que nos duele. Iluminar sus rincones nos permitirá caminar sin pensar que en cada esquina puede aparecer un «monstruo que nos devorará»
Ilumina los miedos
La gestación es una época especialmente sensible durante la que nos descubrimos de repente como si fuéramos un capullo frágil que deviene en flor. Es posible que un senti-
miento de desvalía nos inunde y debemos trabajar en pos de aceptar que es esencial sentirnos apoyadas, aconsejadas, amadas y sostenidas, pues de lo contrario llegaremos al momento del parto con mucho miedo, llenas de incertidumbre.
La preparación física de los cursos psicoprofilácticos es una herramienta que nos da seguridad para asumir de una buena manera y desde la fisiología nuestro parto. Conocer nuestra anatomía, saber respirar, prepararnos para el preparto, conocer las etapas previas al alumbramiento, nos da seguridad y confianza pero tenemos que dar un paso más allá y ocuparnos intensamente de prepararnos emocionalmente. Saber que muchas veces esa “dulce espera”, en ciertas circunstancias, no es tan dulce. Que la idea romántica de los tules y escarpines tiene otras realidades más intensas y profundas que hacen que nos enfrentemos a un mundo desconocido, a nuevas responsabilidades para las que no encontramos instrucciones en las revistas o en los libros.
Tenemos que hacer una transición obligatoria de nuestra alma niña, que tiene un imaginario de jugar a las muñecas e ir en pos de nuestra alma mujer que dará a luz muy pronto un bebé real con necesidades que tendrán que empezar a ser descifradas desde la intuición. Permitirle al alma que se quiebre, que atraviese el laberinto y pueda, desde la conciencia mirar esos rincones oscuros, esos lugares que nos molestan, pararnos en el filo de la navaja de nuestros sentimientos como dicen los budistas, asumirlos, aceptarlos, dejarlos ser en nosotras y luego dejarlos pasar. Y si es necesario para poder vivir a fondo ese proceso, no temer, ni sentir vergüenza de pedir ayuda, apoyo profesional.
La psicoterapia en esta etapa es de gran ayuda; lo he comprobado en mi experiencia profesional con pacientes. Ofrecerle a la mujer que está convirtiéndose en madre un espacio de contención es sumamente sanador, reconfortante para ella y para su alma que está pasando de ser oruga a ser mariposa alada y multicolor.
Asumir nuestra sombra, esos sentimientos ocultos que se develan para llenarnos de sabiduría, nos preparará para vivir nuestra maternidad en paz y con responsabilidad frente al ser que estamos gestando
Comunicación asertiva
Es importante poder abrir el corazón, hablar desde la intuición, sentir que nuestros sentimientos tienen eco, que las palabras se dicen para construir, elevar al otro y fortalecer el nosotros; y entender que la comunicación es el puente que nos une y que desde ahí debemos buscar siempre un lugar asertivo de expresión, un lugar que no juzgue ni critique sino que construya, que respete.
Crear tejidos a través de la comunicación significa comprender que a las palabras les anteceden nuestros pensamientos; éstos, a su vez, generan las palabras, que posibilitan las acciones; las acciones forman los hábitos y nuestros hábitos el carácter. Cuando somos conscientes de esta cadena que generamos constantemente, podemos, voluntariamente, abrirnos a la posibilidad de cuidar y de ser responsables de lo que pensamos, decimos y hacemos. Cada acción trae su reacción correspondiente, recibes lo que das. Si nos proponemos que los pensamientos sean de oro, es decir, constructivos, positivos y amorosos, también lo serán nuestras palabras y acciones. De todos los pensamientos que pasan por nuestra mente somos nosotros los que elegimos a cuáles darles importancia y a cuáles convertirlos en palabras.
Este punto es neurálgico cuando empiezas una nueva etapa en pareja, y ahora no se trata sólo de tus dudas, tus miedos, tus sueños, sino también de las dudas, los miedos y los sueños de tu compañero. Por esto es fundamental hacerse cargo responsablemente de los pensamientos y de las palabras que creamos y propiciar momentos de diálogo consciente dentro de una comunicación amorosa con la pareja. Si esto no se construye es probable que sea uno de los lugares que más se resienta dentro de la relación; tú no expresas para no sentirte vulnerable, para que el otro no vea tu debilidad, y él tampoco lo hace porque le cuesta manifestar ciertos sentimientos que lo despojan de su fuerza masculina rígida y dura.
Sin embargo, el problema no es ni de la mujer ni del hombre. Es algo de lo que se deben ocupar como pareja. La pareja tiene la posibilidad de construir y fortalecer los espacios de comunicación y tejer un nosotros a partir del cual se puedan expresar adecuadamente los sentimientos, pensamientos, deseos y sueños. Desde un nosotros de oro podemos estar al servicio del otro, podemos leerlo, comprenderlo, Amarlo; es la comunión absoluta.
En mi trabajo y en mi propio embarazo he encontrado una percepción que es común a todas las mujeres gestantes y es que nos sentimos profunda y visceralmente solas nos desestructuramos por dentro tratando de encontrar esta nueva identidad de mujer-mamá, y pareciera que no tenemos con quien compartirlo… Ellos, nuestros esposos, parejas o compañeros tienen sus propias vivencias que tampoco comparten con nosotras. En algunos casos nos da miedo compartirnos y en otros simplemente ignoramos como hacerlo. Lo que sucede, inevitablemente, en ambos casos es que vamos creando lenguajes y experiencias paralelas que forman abismos en lugar de puentes que nos permitan encontrarnos y apoyarnos.
Y es que la comunicación es un arte que es posible aprender y pulir, y más cuando en nuestro interior, durante la gestación, bullen tantas emociones y hormonas que hacen que nos comportemos de manera tan incierta, tan impredecible.
Es preciso entender que el hombre y la mujer son de naturaleza distintas. Él es solar, es decir, su esencia es irradiar y proyectar, mientras que nosotras somos lunares, introvertidas y cíclicas. Por eso el hombre, así como el sol, es más constante. La mujer, como la luna, va cambiando, tiene ciclos y un sistema glandular que hace que seamos forzosamente “hormonodependientes”. Tenemos que hacer un esfuerzo mucho mayor para controlar nuestras emociones, y tal vez por eso necesitamos que nuestros compañeros desarrollen un poco más las funciones de su hemisferio cerebral derecho para que desde su intuición puedan acompañarnos en nuestros ires hacia adentro, para que nos cuiden y consientan cuando necesitamos liberar esa energía de luna llena que a veces se desborda de mala manera. Y nosotras a la vez a partir del respeto profundo debemos reconocer que ellos son lineales, concretos, que miden la vida por los resultados por las acciones. Como afirma el Kundalini Yoga: “nos conocemos con base en nuestras semejanzas y crecemos con base en nuestras diferencias”.
Un hombre y una mujer son comparativamente como el óvulo y el espermatozoide: el óvulo espera para que en su carrera el espermatozoide lo fecunde. La mujer debe ir caminando tranquila y el hombre debe aprender a dominar su ego, su naturaleza conquistadora y competitiva.
Sin embargo, cada día vemos emerger un centro de intuición y sensibilidad en los hombres cada vez mayor, y eso les permite ser más asertivos frente a su vida emocional y darse la posibilidad maravillosa de ser más vinculares y generar más conexión desde sus corazones
En la comunicación tenemos que reconocer que nosotras somos multicanales; podemos hacer seis cosas al mismo tiempo, hablar por teléfono, hacer la sopa, sostener al bebé, revisar las cuentas, limarnos la uña que se partió y enterarnos de los titulares de las noticias en televisión. El hombre es unicanal; si él está viendo el partido de fútbol no pretendamos que haga otra actividad diferente porque va a ser difícil encontrar una respuesta.
Nosotras somos circulares y por eso damos muchas vueltas para llegar a algún punto; ellos van directo al grano Cuando no juzgas al otro sino que hablas con base en tu sentir, en el “yo siento que…”, la comunicación construye, se vuelve un ejercicio de no violencia, y esto podemos reforzarlo antes de que nazcan nuestros hijos. De lo contrario, con él estrés propio de la crianza es muy fácil caer en comportamientos de comunicación viciados por la culpa y el juicio que conducen a resquebrajar profundamente nuestra relación de pareja.
EL EXPERTO DICE…
MARIA MERCEDES OLIVARES SHMEDLING
PROFESORA, ORIENTADORA Y PSICOTERAPEUTA
A ti, hombre-papá y mujer-mamá, quienes se preparan para recibir a un ser que viene a formar parte de este sagrado espacio llamado hogar, les doy la bienvenida a una experiencia maravillosa cargada de emociones, inquietudes, sabiduría, un toque de ignorancia, expectativas, angustias, certezas, dudas, desconciertos, sorpresas, enigmas, ilusiones y decepciones.
Sagrado espacio no es otra cosa que ese rincón que existe en un corazón dispuesto a dar lo mejor de sí, aunque no sepa exactamente qué quiere decir lo que dice. Hogar: aquel fuego que calienta con sus suaves rayos el corazón de los seres que vienen a entrar en la carne “encarnar” es continuar con su proceso evolutivo de aprendizaje, es un curso nuevo, con útiles y lonchera nuevos, con profes nuevos. Y… entrar en la carne es sentir ese afectuoso abrazo, ese arrunche delicioso, que huele a bebé, que ampara el amor, emana protección, sabe a bienvenida, garantiza un seguro refugio…
Prueba de embarazo o examen de laboratorio; soltero, casado, viudo o monje; prohibido o deseado; planeado o sorpresa; el veredicto es Positivo! Hay un bebé a bordo!
Ese momento en que el corazón se arruga, ya bien sea de alegría o de temor, de celebración o de naufragio. Ese momento que confirma que un ser humano me ha escogido como su mamá, como su papa… Y ¿a quién ha escogido? Escogió a un ser humano que sabe pero qué también ignora: un ser humano que ama y que odia; un ser humano con su lado amable y su lado no grato; un ser humano que acierta y que también comete errores. Un ser humano que puede enseñarle tanto lo verdadero como lo falso. Eso somos los padres: seres humanos.
Pero ¿qué es lo divino? Es aquella fuerza más allá de lo natural, que comúnmente se llama sobrenatural, ese impulso que anima e inyecta una fuerza asombrosa que nos lleva a conectarnos con esa energía creadora. Nos invita a re-inventarnos, nos cuestiona sobre nuestros contenidos nos envuelve en esa maravilla transmisora, en ese compromiso con lo vivo.
¿Podré ser yo, como papá o como mamá, ese modelo de amor digno de ser imitado por mi hijo? ¿Podrá ese bebé confiar en un mundo bello, bueno y verdadero, en unos padres buenos, bellos y verdaderos, quienes puedan mostrarle con sus pensamientos, palabras y actitudes que la verdad, la belleza y la bondad son los ingredientes que formarán la base de su propia historia?
Y es en este momento cuando nos encontramos con nuestra propia historia. Ahora nosotros, próximos a ser padres, miramos nuestra propia historia, de cara a nuestros padres… y encontramos risas y llanto… Tan humanos todos…
¿Saben ustedes bellos seres humanos, aspirantes a ser papás, que no somos ni mejores ni peores qué nuestros propios viejos? Simplemente somos diferentes, como diferentes pueden ser dos frutas del mismo árbol, como diferentes puedan ser dos flores de la misma mata, como diferentes puedan ser dos ramas del mismo tronco. Cada uno con su historia, con su biografía: una grafía o forma que hemos dibujado en el espacio y hemos vivido en el tiempo de nuestra existencia. Formas que dejan huella, pasos que marcan nuestro camino, testigos de nuestros momentos: momentos de sabiduría, momentos de ignorancia.
Libros en blanco, libros a medio escribir, libros completados… algunos corregidos, otros incompletos… la diferencia es únicamente el momento en que se escribió la primera letra. Hijos de nuestros padres, de nuestros nietos, nietos de los abuelos: todos en la misma historia. En ésta no hay buenos ni malos, solamente seres humanos correspondientes con combinatorias genéticas similares y experiencias compartidas: biografías cercanas.
No le temamos al error. Inevitablemente caeremos en él, ya que es la única manera que tenemos de aprender. El profundo valor del error consiste en que éste me muestra cómo se hacen las cosas de una manera inadecuada, que deja sabores amargos. El gran valor del acierto es que nos muestra cómo ese error, metamorfoseado, se puede convertir en un valor muy grande. “Todo error es una virtud en pañales”
Dice Gerardo Schmeding que “el error representa no solamente una extraordinaria forma de evaluar lo que aún no sabemos hacer acertadamente, sino también, una maravillosa oportunidad para aprender a hacerlo correctamente. El error siempre está asociado con el pasado lo Cual significa que aprender de los errores es lo mismo que aprender del pasado y aprender del pasado es encontrar los valores para construir el futuro.
Aprender del error es mirar con otros ojos la sombra, ese tan temido aspecto oscuro de nuestra vida. No temerle es ver esa sombra como un ser vivo que tiene como propósito una enseñanza de amor. Pero para ver el amor en lo sombrío de nuestra vida se necesita ser humildes, se requiere estar dispuestos a vernos tal como somos, aceptarnos como seres inacabados en vía de una mayor perfección, peregrinos y aprendices, aspirantes a la sabiduría.
Sabiendo que Dios no hace basura, apostémosle a la vida, con alegría y entusiasmo, seguros de que en esta maravillosa experiencia de la paternidad/maternidad seremos los más beneficiados, pues es una experiencia de crecimiento mutuo. jAsí sea!
PRÁCTICAS PARA EL BIENESTAR
Ejercicio para la liberación del estrés: ”Respira”, descarga el Podcast “Tiempo de Siembra, Pista 6 Respira, en mi pagina oficial y mira el video “One Minute Breath”, en mi canal de Youtube.
Xiomara Xibillé. TIEMPO DE SIEMBRA. Editorial Planeta 2009. Paginas 115 a 128.